A Harry, muy nervioso antes de la llegada de Meghan, pudo vérselo decirle, tras convertirse en marido y mujer, “Ahora necesito un trago” Fuente: Reuters
Según los ingleses, l a boda real fue 80 por ciento tradición y 20 por ciento “Harry-Meghan”: el traje de la novia, los sermones, la música y hasta el menú con que agasajaron después a sus invitados estuvieron pensados al detalle para dar un mensaje de cercanía y modernidad.
Con espíritu innovador, desde Chicago, Illinois, llegó el reverendo Michael Curry, el primer obispo afroamericano en convertirse en presidente de la Iglesia Episcopal de su país, quien pronunció un discurso titulado “El poder del amor”, que comenzó con las palabras del líder de los derechos civiles Martin Luther King: “Debemos descubrir el poder del amor, el poder redentor del amor. Y cuando lo hagamos, podremos hacer de este Viejo Mundo un Nuevo Mundo. El amor es el camino”. Acto seguido, the Kingdom Choir, un grupo de góspel del sudeste de Inglaterra, interpretó “Stand By Me”, que emocionó y causó sensación entre los invitados.
Tal como se esperaba, la obediencia quedó fuera de los votos maritales de los flamantes duques de Sussex, un camino que abrió la princesa Diana cuando se casó con el príncipe Carlos y que siguió la duquesa de Cambridge, siete años atrás. Los novios tampoco usaron sus nombres completos (Henry Charles Albert David y Rachel Meghan) al momento de manifestar su voluntad de casarse. Fueron, simplemente, Harry y Meghan. Minutos después, el príncipe William le entregó al arzobispo las alianzas para su bendición. El anillo de Meghan está hecho de oro galés, regalo de la reina, mientras que Harry eligió innovar con el suyo: una alianza de platino texturizado.